domingo, 22 de enero de 2012

De nuevo se apodera el frío de mi. De nuevo la incertidumbre de un amor que daña.



Este dolor extraño en mis adentros. Que me avisa. Que grita desesperadamente un aliño de orgullo para mi corazón. Debo de sentir, no pensar. Pero solo son sentimientos los que dominan mi razon.

Sentimientos abominables. Monstruos disfrazados de miedos y de infancia. ¿O no todo viene de atrás?. ¿De dónde procede este dolor que me ciega? ¿Dónde quedó mi valía? No me quiero nada. Siempre estamos con lo mismo. Te veo mejor que yo. Te veo sujetando la razón con una mano como si de una serpiente se tratase, retorciéndose y sacando su lengua llena de veneno letal. No puedo distinguir la mía.

¿Qué siento realmente? ¿Qué es lo mejor para mí?. Quizás está lucha por la que me dejo tanta energía vital no es más que el humo de un cigarro que me consume lentamente. Me hago pequeña sin darme cuenta y me dedico a mendigar un fuego que yo misma estoy apagando. Ahogando. No se dejar y que me dejen me duele tanto como mil cuchillos en el pecho. Me quedo atrapada en un bola de cristal, hecha de incertidumbre, de amor irreal, de expectativas. Quizás necesite que me quiera tanto, necesite sentir ese aliento, ese fuego, abrasándome para sentirme viva. Para sentir que sigo existiendo. Pero lo que necesito realmente es aprender. Sentirme valorada. Posar los pies en el frío suelo. Saber que nadie me querrá tanto en este mundo como me puedo querer yo. ¿Cómo hacer eso sin volverse egoísta?

¿Quizás mi destino esté en la soledad, en la libertad? Sin nadie que pueda dañarme, sin nadie al que abrirle mi alma de par en par. Si te digo porque te lo digo y si no te lo sigo porque nunca te lo he dicho. Reprimo mis palabras por no caer en la impulsividad. Pero de tanto reprimirlas se acaban esfumando y me liman. Hacen que mi personalidad desaparezca.

Entonces ¿Qué he de hacer? ¿Callarme o gritarle a los cuatro vientos que quiero ser feliz y no se como? No quiero dañarte pero lo hago igual que tu me dañas a mi. Somos dos perros heridos olisqueando un poco de claridad. No me ves feliz. Jamás lo he sido completamente. Aun me queda mucho camino para alcanzar la iluminación. Ambos sabemos que necesitamos estabilidad, aceptación, querernos

¿A dónde se fue ese respeto? Nos hemos conocido y nos hemos destruido. Mi resignación comienza a desvanecerse. Quizás tú siempre lo viste claro pero no te atreviste a decirlo o quizás prefieres esconderte bajo la manta y seguir viviendo como antes lo hacías. Mi armadura está vieja de las batallas pero si me la quito saldrá a la luz ese ser inocente que no es capaz de hacerle frente a nada. Ni a ti. Ni  sí mismo.

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