viernes, 27 de agosto de 2010

OJOS VENDADOS


Rabia. Cuanta energía escondida en una sola palabra. La rabia te domina, te lleva por donde quiere. Es un animal enjaulado, enfadado, que cuando consigue librarse de las cadenas de la serenidad sale despedido y se lleva todo lo que tiene delante. Quien la controla, controla su vida, controla sus situaciones y es capaz de pensar mejor. Esos ojos, encendidos que me miran fijamente me hacen comprender toda la rabia que llevas dentro. Todo el odio acumulado a base de años, de daños y engaños. Todo ese dolor que a mutado en la ira que ahora descargas contra mi. Reprimida tanto tiempo, podrida por dentro. No me das miedo, porque sé que no eres tú, es ella. Ella te engaña, te agita el corazón y hace que te conviertas en un monstruo sin ojos. Ella sale, como una serpiente enorme por tu boca y va directa hacia mi, chupándome la energía y dejándome casi inconsciente. No puedo más, he de terminar con esto, ella tiene que desaparecer de nuestras vidas. Te quiero a ti, pero no cuando estas con ella. Te quiero en tu esencia pura, en tu saber estar, en tu quietud. Te quiero cuando me miras y el mar de tus ojos está en calma, cuando me besas y tus labios surcan despacio mi boca. Te quiero cuando respiras en mi oreja, cuando me abrazas con ternura y me aprietas para que sienta tu olor impregnado en cada poro de mi cuerpo. Peor no me gustan esos brazos cuando ella te susurra al oído, esos brazos fuertes, duros que me empujan y me duelen, no me gustan esos labios, llenos de veneno ni esos ojos encendidos en odio. Así no. Ella siempre acecha, escondida, burlándose de nuestro paraíso, sabiendo que en cualquier momento, podrá tornarlo al infierno más horrible que jamás haya existido.
Lo intenté lo intenté con todas mis fueras, luché contra aquel monstruo que se alojaba en tu alma. Pero no conseguí que se marchase, después comprendí el porque. Comprendí la fusión entre ambos, me di cuenta que aquel amor que había nacido hace años se había esfumado, había sido pisoteado por la rabia, por el odio, por el dolor, por el miedo. Se había convertido en un diminuto granito de arena que apenas se apreciaba ya. Cuánto más pequeño el amor, más grande la rabia. Hasta que llegó el jaque mate. Hasta que mi voz se extinguió entre las ramas de la desesperación. Hasta que mi lucha por cambiarte se vio derrotada por ella. Esta fusión, esa rabia que llevabas ya dentro desde mucho antes de toparte conmigo y que fue creciendo dentro de ti sin que yo me diese cuenta, fue lo que me hizo cometer el gran error de mi vida, que acabó con ella. Ese error que tantas mujeres, con sueños rídiculos y esperanzas imposibles cometen. Ese “no entender” o “no querer entender” que a veces, es imposible separar lo que desde siempre ha estado fusionado.

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